Alberto y Pablo son dos almas viajeras, y querían una boda que reflejara su estilo: aventurero, libre y fuera de lo común. Su celebración fue una boda a la exploración, diseñada para sentirse como el inicio de un gran viaje.
Para la invitación, creé un porta documentos de tela, pensado como un recuerdo útil y duradero. En su interior, los invitados encontraban un billete de embarque, una tarjeta con los detalles del evento y un mapa del itinerario. Cada elemento fue diseñado con mimo, haciendo que la experiencia comenzara desde el momento en que recibían la invitación.
La señalética también fue especial: carteles de madera pintados a mano para guiar a los invitados, un altar decorado con fotografías y objetos que contaban su historia viajera, y una entrada que rompía moldes: “Llegan los novios”, sí… pero impreso sobre cámaras de fotos gigantes, como un guiño a los recuerdos que estaban por capturar.
El rincón del libro de firmas continuó esta narrativa, integrando elementos del altar para mantener la coherencia estética. Y como broche final, en lugar de los típicos regalos, diseñé abanicos con frases divertidas, colocados en cestas para refrescar sonrisas.
Cada rincón fue pensado para emocionar, conectar y provocar una experiencia auténtica. Porque en esta boda, el viaje no era solo físico. Era emocional.